CUMBRE DEL KILIMANJARO

martes, 24 de agosto de 1999

MONTAÑA - ASCENSIÓN AL MERU PEAK Y AL KILIMANJARO

VIAJE DE CORAZÓN A AFRICA


El montañismo como el amor produce mucha variedad de sentimientos y sensaciones, conlleva diversos grados de dificultad y algunos obstáculos que superar, pero sobretodo genera sollozos, lágrimas, satisfacción y felicidad plena.
El alcanzar cumbres y picos es como la vida misma, se persiguen sueños u objetivos a lograr, lo primero resulta más romántico. Además si quieres llegar a la cima has de ser constante y no puedes abandonar.

También has de tener en cuenta que existen diferentes caminos y vías para alcanzar la cumbre, ¿cuál es la mejor?

Perseguíamos un sueño cuando en el año 1998 se decidió subir al Kilimanjaro, la cumbre más alta del continente africano. Esta cumbre está situada en Tanzania y mide 5.895 metros de altitud; es un macizo mágico que ensalza la majestuosidad del poder de la naturaleza.

Éramos ocho personas con ilusión de conquistar y aceptar nuevos retos, nuevos sueños. Nuestros nombres: Darío, Paco, Pere, Alfonso, Enric, Carmela,Fermín y yo. Entre estos sueños esperábamos pisar tierra africana y adentrarnos en un país mágico y misterioso. Una emoción intensa me recorría el alma, supongo que todos estábamos anhelando la llegada a este nuevo continente, con tanta fuerza natural y cada uno de nosotros con sus propios deseos y pensamientos.

África

El país africano nos recibió con cantos, unos coros africanos dedicaban su música producida por instrumentos artesanos, a misioneros que viajaban con nosotros en el avión.

A nosotros nos vinieron a recoger en una furgoneta blanca, los conductores eran dos chicos jóvenes con la piel brillante, color marrón chocolate, prácticamente no hablaban y se respiraba en todo ello cierto misterio. Después de cargar todo el material y las voluminosas mochilas comenzamos el primer tramo del viaje hacia el hotel. Me sorprendió tanto el descubrir que conducen por el otro lado, un vestigio del colonialismo inglés; y sin cuidado por el posible tráfico, a mucha velocidad. Además las carreteras eran de tierra en muchos tramos y sin señales de ningún tipo, ni luces ni reflectantes, un pensamiento profundo es el de que parece que transites en la nada del mundo.


Llegamos a un hotel en pleno Moshi, la ciudad permanecía en silencio, no se veían luces, ni se escuchaban ruidos. Se divisó el hotel a lo lejos, unas luces tenues nos acogían y empezaron a salir personas de color por todos los lados, queriendo subir el equipaje.

Tras negarnos reiterativamente, subimos el material de montaña, bidones repletos de material técnico, mochilas de ascensión, mochilitas…me sentía alerta.

Las habitaciones eran como las que aparecían en las películas de Tarzán, las cuales siempre he pensado que eran increíbles, con mosquiteras y ventilador de aspas, el "fliss" del antimosquitos comenzó a oírse en las diferentes habitaciones, los europeos estamos tan expuestos a las enfermedades de allí , además de temer a las mismas como si fuéramos a morir solo por respirar este aire; pensar que muchos niños mueren por culpa de enfermedades cotidianas para nosotros como la gripe o el sarampión.

Estaba excitada no podía dormir, nos encontrábamos en Tanzania, a miles de kilómetros de España y aparentemente es una ciudad muy precaria; Kenia según nos han contado y por lo que hemos podido leer dispone de mayor infraestructura para recibir turismo, también de medios y recursos suficientes para la población. Tanzania en cambio, continúa despertando de la inocencia natural, de la felicidad pura sin comodidades occidentales, sin estrés ni prisa.

Al día siguiente al alba nos levantábamos, sonrientes y sobretodo anhelantes; nos reunimos con los porteadores y guías en una casa corriente de adobe y ladrillo, la cual destacaba tímidamente del resto, pero si te fijabas bien una antena parabólica surgía del tejado.

Era una india, Zania, quien gestionaba las expediciones en Moshi; una mujer fuerte y recia, la cual dirigía a muchos hombres a golpe de dedo índice.

Chavales y más hombres se arremolinaban entorno a la casa, los guías elegían diferentes porteadores, para que transportaran todo el peso de la expedición arriba del Meru, un volcán de 4566 m que hacíamos para aclimatar, antes de ascender al Kilimanjaro.

Comienza la aventura de aclimatación en unas furgonetas, el día parece interminable desde la ciudad de Moshi, tan sorprendentemente rural, hasta por fin llegar a la puerta “Momella Gate”del parque nacional de “Arusha” donde se ubica el " Meru Peak".

Las gentes con tanto colorido y formas al vestir, que pasaban a lo largo de las carreteras por las orillas parecen vivir en la imprevisión, andando hacia alguna parte, quizás esperando que surja algo o alguien; prácticamente todo el mundo lleva bultos en las cabezas, continúan viviendo del trueque.

Llegamos al primer campamento “Miriakamba hut” (2700m), tras ver búfalos y jirafas por doquier, un guarda abre paso con un rifle que dudamos pueda emitir algún disparo en un momento de necesidad, además su utilidad es más de bastón como veremos a lo largo del recorrido, aunque todo es tan maravilloso a nuestros ojos que en lo que menos que pensamos es en el tema de la seguridad.

El campamento es relativamente cómodo, con barracas de madera y hierba fresca, húmeda y verde por todas partes. También nos acompañan los grandes excrementos de búfalos a lo largo del camino y alrededor del campamento, los cuales nos hacen imaginar el tamaño de sus propietarios.

Dormimos de un tirón, al asomarme por la puerta del barracón la niebla es palpable, los árboles son una maraña de enredaderas, gotea la humedad del amanecer.

Nuestro destino de hoy es otro campamento "Saddled hut" (3500m) desde allí subiremos al “Meru Peak”.

Comenzamos a andar por una empinada senda invisible debido a la vegetación, nunca había visto una selva, nunca podía imaginar las formas, los troncos gigantescos, las flores de cien colores y siempre la enredadera, las lianas, el fuerte verde esperanza que pide clemencia con agresividad, estrangulando cualquier objeto que permanezca inmóvil

Llegamos al segundo campamento, no paramos de tirar fotos aquí y allá y al fin estoy delante del Kilimanjaro, al otro lado de un mar de nubes aparece lejano e inmenso destacando como un islote blanco.

En todo el camino no paramos de bromear y de reír, estamos cumpliendo un sueño que muchos teníamos, visitar África, hacer una ascensión en altitud, conseguir un reto; por lo tanto lo vivíamos como una fiesta, una aventura locamente maravillosa.

Aquí arriba puedes tocar el cielo, el cielo africano, las nubes acarician con dedos húmedos tu rostro y la respiración presenta cierta dificultad ante la altitud y ante este aire demasiado inmaculado, para nuestros pulmones acostumbrados a la polución de las ciudades occidentales.

Tras instalarnos en los nuevos barracones, algo más descuidados que los anteriores; ascendemos el " Little Meru", donde podemos visualizar el camino de ascensión a su padre el "Meru Peak", el cual es un volcán inactivo situado frente al Kilimanjaro y desde donde tenemos intención de ver amanecer, portque los nativos de aquí dicen que es un espectáculo digno de admirar.

Tras la cena con una luna llena como jamás he visto, estiramos las piernas para ir a dormir, dentro de unas horas tendremos que comenzar la ascensión, hacia la una y media de la noche esta previsto levantarnos y a las dos la salida tan deseada.

Me tumbo en la cama y no dejo de escuchar el corazón palpitar, siento como que me falta el aire, no hablo y nadie emite sonido alguno; me siento nerviosa ya que nunca he estado a esta altitud, me pregunto- ¿podré respirar bien? , no paro de recordar imágenes del día, mientras intento conciliar el sueño y de preguntarme si me dará el mal de altura..

El mal de altura es una enfermedad que se produce debido a la presión atmosférica y a la falta de oxígeno, pudiendo producir algunos síntomas como: angustia, dolor de cabeza, mareos, vómitos, somnolencia, diarreas e incluso en casos graves edemas pulmonares o cerebrales.

Ascendemos despacio, respirando, la misma luna llena ilumina la noche; nuestro andar es silencioso, respetuoso con el silencio de la noche y con la paz que emana de la tierra volcánica la cual fue un día poderosa y terrible.

Subimos sin dejar de sentir el corazón, parece que se me salga del pecho; no digo nada y sigo caminando, subiendo y siempre hacia delante.

Llegado un momento comienza a oscurecer, la luna se esconde y el sol empezará a salir, nos quedan pocos metros, los peores; el corazón me palpita en las sienes, respiro profundamente y cada ciertos pasos descanso unos segundos.

Fermín me da la mano para subir la última roca que me llevará a la cima; siempre su mano su gran mano, protectora, fuerte, cálida, confortable, siempre en momentos que lo necesito me da su mano, con decisión con firmeza con amor y ternura, su gran mano.

- ¡Estoy en la cumbre!, grito contenta.

- ¡Mirar el amanecer en el Kilimanjaro!, - dice alguien de los que estábamos en la cima.

- Maravilloso, impactante, precioso, - pienso en voz alta, mientras contemplo ese cielo, al principio violeta y rosáceo pero se va transformando en rojizo y amarillo, lo cual te impide mirar hacia allí directamente, cegándote con su esplendor.

Las fotos intentan captar algún atisbo de belleza, las diapositivas mostrarán un trocito de la magnitud de lo que estamos viviendo.

Miro fijamente al guía, veo un joven negro atractivo y amable, fuerte por naturaleza, sin guantes pero titiritando; sin inmutarse ante lo que admiramos; haciendo su trabajo y sonriendo continuamente, aunque en su mente deben pasar pensamientos de incomprensión ante la idea de que buscamos encontrar animales salvajes y que somos más felices si parece más complicada una ascensión o si hace más frío en las cimas; por lo que suelen inventar historias maravillosas para evitar el posible hastío pensando que el turista busca un riesgo extra a la ascensión y por ello afirman que en este volcán vive una manada de elefantes salvajes y que si durante la noche no los hemos visto posiblemente los veamos al bajar, estos animales son los elefantes que suben más alto en el mundo y su guarida es el cráter del volcán. La verdad, es que efecto en nuestras mentes si que causó la historia y durante toda la ascensión creíamos oírlos en la lejanía, a saber que serían estos ruidos desconocidos.

Las manos comienzan a dolerme, es insoportable el frío, el viento penetra en mi ropa técnica, necesito descender y empezar a caminar para favorecer la circulación sangüinea.

La bajada al principio resulta algo accidentada, Enric cae de bruces contra una roca abriéndose una pequeña brecha, tras curársela superficialmente continuamos la marcha, aparece el sol y la bajada se convierte en deliciosa, el calor empieza a notarse, el sol brilla cada vez con más fuerza y el mar de nubes a nuestros pies, la tierra negruzca volcánica está caliente y muerta, ya no muestra colores rojizos ni emana humos, ya no se ven llamaradas, ni lenguas de fuego, solo antigua lava petrificada, arena volcánica que amortigua nuestros pasos. Me imagino este mismo lugar en plena actividad volcánica, el verdadero infierno se encuentra bajo nuestros pies, pero por ahora yace dormido.

“Comida, comida”- palabra que atraviesa las ocho mentes, un hambre atroz nos golpea el estómago y cuando llegamos al campamento nos esperan fuentes repletas de patatas con otras verduras, arroz con carne de jirafa y agua hervida, este es nuestro menú; ahora tan solo queda bajar hasta la entrada del parque, toda de una vez.

Darío, Carmela, Paco, Pere, Alfonso, Enric, Fermín y yo emprendemos la bajada admirando en todo momento aquello que tuvimos a nuestra espalda y no descubrimos completamente. Algo nos une, nos hace cómplices en este viaje, tras este primer esfuerzo juntos y tras la experiencia de la aclimatación en la altitud africana, respiramos fantasía e ilusiones compartiendo la amistad que nos envuelve; adquiere significado sentirnos queridos y miembros de este grupo justo aquí en África, tan lejos de casa.

Tras pasar algún apuro con el tema de las propinas para los porteadores exigentes, descansamos en Moshi en un hotel para turistas, el Hotel Welcome es un pequeño paraíso repleto de flores de terciopelo; se encuentra ubicado en las afueras de la ciudad cercano a un barrio de casas de adobe, entre charcas, animales y niños curiosos preciosos de ojos profundos y redondos. Entre tanto polvo los niños están limpios y pulcros, suelen aparecer en el camino que hay entre el centro de la ciudad y el hotel. La verdad es que nos espera un merecido descanso y una muy esperada ducha, nos lo hemos ganado.

Tras descansar un día, la ascensión al monte más alto del continente africano es inminente; un copioso desayuno en el hotel nos prepara para afrontar los seis días de expedición a través de selva, nos esperan una montaña rocosa de carácter volcánico y unos enormes glaciales de nieves perpetuas.

Volvemos a repetir el reparto en casa de Zaina de porteadores y guías para los diferentes grupos de extranjeros que esperamos en los alrededores.

Entonces nos acordamos del subir "al empujón"; un chico llamado Carlos que conocí unos meses antes, el cual subió al Kilimanjaro me lo estuvo comentando:

- Los dos últimos días coincidimos en nuestra ascensión un grupo de japoneses con gran número de porteadores, les preparaban palancanas con agua templada para lavarse por las mañanas, también les subieron un w.c, portátil - comentaba Carlos entre risas- además todos se encontraban fatal con dolores de cabeza y vómitos, solo dos emprendieron el último día la ascensión, pero "al empujón".

- ¿Al empujón? - comente sonriente.

- Sí, consiste en que un porteador-guía le empuja de la espalda toda la ascensión, hasta lo más alto; vamos que le va arrastrando. Le dan muchos dólares al pobre " empujador ", los japoneses suelen estar de buen ver, más bien rellenitos.

- ¡Es increible!- exclamé.

Recordamos esta anécdota mientras observábamos a un grupo de japoneses armados con grandes cámaras de vídeo y de hacer fotografías; iban a empezar ese día un safari, según comentaban los conductores anhelantes de ser ellos los elegidos para el servicio, ya que los japoneses tienen fama de dar grandes propinas.

Continuamente se acercaban vendedores de artículos artesano, como: jirafas de madera, figurillas de guerreros, todo tipo de animales y mitos africanos, telas coloridas, etc.

Cerca de allí había una tienda de otra india afincada en Tanzania, la cual asaltamos el día anterior; parecía una exposición, artículos de todo tipo esperando ser comprados, nuestro afán consumista nos hizo comprar y comprar aquello que los vendedores ambulantes de color en España, te ofrecen y desechas enseguida.

La sociedad en la que vivimos, produce el que seamos contradictorios ante los mismos estímulos, solo cambiándonos el contexto. Cuántas veces he deseado algo y al conseguirlo ya no lo he valorado o lo he olvidado; ahora prefiero que las cosas me cuesten de conseguir y sean fruto de mi propio esfuerzo ya que así las valoro de verdad, me llenan más y me convierten en mejor persona.

El llenarme y no estar alienada lo conseguí en Tanzania, al observar cómo vivían en estas tierras, con sus costumbres, creencias y con sus carencias, el no disponer de grifos de agua potable ni de electricidad al dar a un interruptor en la mayoría de las viviendas, te hace plantearte la diferente situación de nuestras vidas. En España, no eres consciente de que dispones de estas comodidades que has debido buscar, sin habernos dado cuenta de su valor y a la vez del coste medioambiental que todas ellas supone. En contra en África, las ciudades son jardines, rodeadas de vegetación sin apenas polución; aunque con graves deficiencias de higiene…

Al llegar a "Macchame", llovía débilmente; mientras que los tanzanos se quitaban suéter gruesos y camisetas quedándose con el torso desnudo para no mojar sus ropas; nosotros nos enfrascábamos en nuestros chubasqueros de gore-tex, al poco lucía el sol y otra vez guardábamos las prendas en las mochilas, parecíamos grotescos ante sus ojos.

Ya ese primer día, aprendimos la palabra que define la contradicción de ambas mentalidades: "pole, pole" que quiere decir “despacio, despacio”. Estuvimos esperando largo rato el registro y el permiso para poder entrar en la ruta "Macchame", o "Whisky" como se la denomina entre los guías y porteadores, rechazando la ruta más popular y sencilla, "Marangu Rout".

Comenzamos a caminar, un aire fresco nos envolvía, era cerca del mediodía y nos adentrábamos en la selva, gritos de monos se oían entre las copas de los árboles, también cantares de pájaros y sonidos misteriosos.

- Un barrizal, estamos en un fango pegagoso - comento Pere.

- Esto es increíble, - murmuró Fermín.

- Mucha selva, pero no puedes levantar la vista del suelo- refunfuñó Carmela.


Tras paisajes preciosos y humedades que te tocaban los huesos, llegamos de noche al campamento. Tardaron en subir los porteadores que transportaban nuestras sacas, llevando nosotros las mochilas ligeras a nuestras espaldas; ellos en cambio llevaban todos los bultos más pesados sobre sus cabezas y calzaban desde zapatillas hasta sandalias roñosas; la situación de llevar porteadores nos inquietaba en cierto modo, resultaba patético el que otra persona te llevara tus bultos como si fuera tu esclavo, pero desde otro punto de vista es un trabajo por el cual reciben bastante dinero y gracias a esto subsisten familias enteras; además nosotros somos tan poca cosa comparados a su fortaleza física y psicológica, son dignos de admirar.

Ante un gran fuego de campamento y sonido de los cantos de los diferentes cocineros y porteadores de las cinco expediciones que acampábamos en la zona "Macchame Camp" (3000m), comenzamos a cenar un suculento guiso y tras contemplar el cielo estrellado, nos acostábamos hasta el alba.

Al despertar observamos que tras haber pasado zona de selva, estábamos rodeados de ramas quemadas y de cenizas; nuestro guía Godly nos contó la historia:

- Estaba un grupo de treinta franceses justo por esta zona, cuando empezaron a oler a quemado y a ver humo por todas partes; al estar todo seco prendió rápidamente. El guía del grupo gritó que le siguieran, pero el pánico inundó al grupo. Cada cual empezó a correr hacia un lugar, hacia donde veían menos humo o menos llamas, el desastre se produjo inmediatamente, - contaba mirándonos uno a uno como escenificando la situación.

- ¿Murieron todos? - pregunté.

- No, solo se salvaron cinco personas que siguieron al guía del grupo, el resto murió calcinado, desapareció entre las llamas.

- Y, ¿cuánto duró el incendio? - preguntamos a la vez.

- Muchos meses, unos seis meses. Las gentes de los pueblos cercanos subieron a ayudar pero era imposible, se fue apagando con las lluvias- respondió tranquilamente, sin darle importancia.


Nos quedamos pensativos tras esta historia, mientras comenzábamos de nuevo a caminar, supongo que pensábamos casi todos en un fuego y la imposibilidad de que vinieran bomberos o avionetas que puedan apagarlo; esto en nuestro país resultaría impensable, condenable por la ley del hombre mientras que en África prima la ley natural. La propia naturaleza lo va apagando y se va regenerando poco a poco, nadie se preocupa de repoblar ni de proteger, no hace falta por ahora pero cada vez somos más turistas, más personas con diferente mentalidad la que pisamos estas tierras antes salvajes.

Todo el día caminamos entre parajes negruzcos aun así bellos, tímidamente se comenzaban a regenerar ciertas plantas, y salpicaban aquí y allá unas flores de colores pronunciadas que contrastaban con el entorno.

Al frente apreciábamos una parte de la cima del "Kili", y más allá pero al lado opuesto en la lejanía, el "Meru Peak" asomando entre mares de nubes.

Acampamos en una explanada polvorienta, un fuerte viento removía la tierra negruzca haciendo que penetrara por cada fisura de las tiendas, produciendo cierta asfixia, agravando así el efecto de la altitud "Shira Camp "(3840m); esta noche me siento enferma.

El anochecer era rojizo, con fuerte luz que iluminaba las nubes pareciendo un mar infernal, nosotros solamente podíamos contemplar el lejano "Kilimanjaro" esperando y deseando coronarlo, alcanzarlo, disfrutar desde el techo africano de las vistas más bellas como los pájaros.

El día siguiente se presentaba menos duro, la ruta elegida para ascender voltea todo el volcán, pudiendo apreciarlo desde todos los ángulos. Godly nos enseñaba una canción en Suahili, su idioma, la cual habla de la ascensión a "Kilimanjaro" haciéndola más llevadera.

Empezaban a aparecer las lobelias, plantas de gran altura; parecidas a piñas gigantes con hojas, también unas impresionantes columnas de lava petrificada rodean los caminos que llevan a " Barranco Hut" (3940m).

Desde este campamento apreciamos el " Uhuru Peak", el cráter helado perpetuo del "Kilimanjaro", su parte más elevada que es donde estaremos en dos días.

Dormí de un tirón, la cabeza ya no me dolía, el día anterior parecía algo enferma; pero hoy me levante respirando ese aire fresco y parecía no disponer de suficientes pulmones; tenía tantas ganas de comenzar a caminar por la montaña encrespada que se alzaba a nuestros pies…

La subida se presentaba con fuertes desniveles, además las nubes iban rodeándonos y parecía que estuviéramos en medio del cielo, desee con todas mis fuerza que el morirse implicara subir de esta manera; que el alma abandonara tu cuerpo flotando por el cielo y subiera tan arriba que alcanzara grandes alturas y desde allí, que tu alma se deleitase en observar el mundo, que pudieras moverte hacia donde quisieras y que no notases ni frío ni calor; solamente que estuvieras en un estado de éxtasis perpetuo.

Llegamos a la base del volcán, unos falsos llanos y bajadas pronunciadas nos hacían volver a ascender una y otra vez, las piernas pesaban a lo largo de las siete horas de marcha. Un grupo de franceses iban a nuestro ritmo, también un hombre mayor, japonés, que viajaba solo y que resultó ser de Madrid. Era un diplomático o un espía, según dedujimos por sus comentarios, pero no llegó a clarificar exactamente su trabajo. Nos contó que cuando volaba por encima del volcán "Kilimanjaro", a la edad de treinta años, se hizo la promesa de que alguna vez lo subiría, y ahora con cincuenta y cinco años lo estaba cumpliendo, además en solitario.

A partir de entonces cobró un protagonismo en nuestro viaje, simbolizaba los deseos que todos tenemos en nuestro interior, aquellos objetivos que nos gustarían alcanzar a lo largo de la vida, como buen japonés la paciencia había sido la que le sustentaba su promesa y se materializaba después de veinte años.

Iba a su paso "pole, pole"; en cada conversación que entablaba con nosotros dejaba entrever inquietudes y anhelos compartidos por el grupo, un gran sueño que le gustaría cumplir era un "trekking" por los Himalayas de gran altitud y belleza; un reto impresionante que todos guardamos en nuestro corazón, aunque nadie lo comentó en alto y muchas veces si cierro los ojos, logro imaginar este mismo grupo avanzando por los parajes más impresionantes que existen.

Normalmente solíamos coincidir en las diferentes paradas de la marcha, los diferentes grupos de las expediciones en un mismo punto, este era el último donde se podía obtener agua y leña, así que fue como una gran fiesta. Comenzaban a hervir ollas por diferentes lugares, primero nuestra suculenta comida con base de arroz o patata, de inmediato una pasta blanca y espesa empezaba a consolidarse en las ollas, una salsa roja acompañaba aquello preparado a base de harina. Era como una gran comida de despedida, empezaron a comérsela con las manos y a cantar, estaban contentos, algunos porteadores ya no subían al último campamento bajaban directamente por otra ruta que conectaba y nos esperaban en el último campamento.

El corazón parecía que iba a explotar, a lo largo del día algunos de la expedición se habían comenzado a encontrar mareados y con cierto dolor de cabeza, el mal de altura comenzaba a afectar.

Yo en cambio me encontraba mejor que otros días, con ganas de subir a cima y poder superarme y disfrutar de esas vistas y del paraje especial, justo un punto donde cientos de almas han encontrado la satisfacción y la alegría al conseguir aquello que buscaban, seguro que era tangible por los sentidos el estar allí arriba , en "Uhuru peak", el punto más alto del cráter.

Seguimos subiendo y subiendo sin fin hasta el último campamento, "Barafu Hut", el corazón estaba vivo ya que saltaba dentro como queriendo escapar, jamás pensé que me sentiría palpitar toda yo, pero con tanta plenitud, con tanto gozo inexplicable; vislumbrábamos el campamento y a la derecha de nosotros aparecía el monte Maguenzi, el cual atisbaba nuestro caminar con tonos rosáceos y rojos reconocible por sus afiladas aristas presentando formas y colores de rabiosa belleza.

Me sentía pletórica cuando llegamos al campamento, cansada, nerviosa y feliz, eran tantas emociones,…como el devenir de la vida, como el caminar por ella encontrando, perdiendo, buscando y alcanzando metas, deseos; nosotros estábamos a punto de conseguir nuestro sueño.


"Los vientos de la fortuna nos empujan y nuestros pasos son decisivos todos. ¿Nuestros? ¿Son nuestros esos pasos? Caminamos, Orfeo mío, por una selva enmarañada y bravía, sin senderos. El sendero nos lo hacemos con los pies según caminamos a la aventura. Hay quien cree seguir una estrella; yo creo seguir una doble estrella melliza. Y esa estrella no es sino la proyección misma del sendero al cielo, la proyección al azar." Miguel De Unamuno.


Era dos de agosto, el plan era levantarnos a las doce de la noche, partir a la una hasta las seis y media cuando llegaríamos al punto llamado "Stella Point" y "Hans Meyer"; donde veremos el sol nacer, y donde un rojo delicado e intenso a la vez inundará nuestro ser en segundos; en una hora mas o menos llegaremos a "Uhuru", la cumbre del Kilimanjaro.

No podía dormir, la respiración a 4550 m, ya no es tan natural, por lo menos en mí caso que necesitaba respirar profundamente cada cierto tiempo. Además me imaginaba que me daría algo durante la noche, que se me pararía el corazón si me dormía, pero no fue así.

El gran día.

Tras una nochecita agitada, desperté ante las voces de la noche; un grupo se había levantado y empezaba a ascender hacia las 12h, a nosotros nos quedaba una hora, pero entre vestirte con toda la ropa posible debido al frío, desayunar y arreglarte la mochila de cumbre, cuando miras el reloj es hora de partir. Esto es lo que me pasaba y el frontal no me funcionaba, ¿cómo iba a andar sin luz?; la luna llena iluminaba la montaña, el firmamento estaba pletórico, las estrellas brillaban más que nunca y mi corazón volvía a saltar dentro de mi pecho descaradamente.

Me sentí llena y contenta de empezar a mover mis músculos agarrotados, tras estar metida en la minúscula tienda dando vueltas, durante horas sólo pensaba en notar el esfuerzo y sentir mis músculos luchar contra la altitud; porque la realidad es que comienzan a pesar tanto las piernas como si tuvieras unos zapatos de plomo en cada pie.

Subíamos adelantando a grupos avanzadilla y yo tenía tanta fuerza en este día tan culminante, me alegré de haber ido reservando fuerzas los días anteriores; la respiración, no obstante se aceleraba algunos momentos y había que descansar unos segundos hasta recuperarla. Dos del grupo se empezaron a encontrar muy mal, con vómitos y dolores de cabeza, un guía - acompañante se quedó rezagado con ellos, el resto continuamos la marcha "pole, pole"; con el guía y sus guantes de lana, contrastaba con nuestra ropa colorida y las manoplas preparadas para hacer "ochomiles".

- Estamos llegando al punto donde veremos amanecer,- dijo Godly, aunque su ceño estaba fruncido con gesto preocupado y miraba hacia arriba...

El viento era intenso y hacía mucho frío, cuando estas en altitud los vientos pueden alcanzar velocidades increíbles y hacer bajar las temperaturas en pocos minutos.

Allí estábamos los seis, poniéndonos todo lo que podíamos encima para soportar el frío, ante una pendiente que parecía una pared casi vertical, pensé que si alguien resbalaba y rodaba montaña abajo no pararía hasta llegar al campamento, ya que no íbamos encordados, porque no presentaba dificultad técnica.

- Mirar, allí delante- señaló el guía

- Sí mirad, - grite emocionada - ¡el amanecer rojizo!, de pronto un golpe de aire me zarandeo haciendo que me agarrara a la pared rocosa.

- Es precioso, - dijo alguien a mi lado- solo que estaba tan tapado que podría ser cualquiera.

Empecé a sentir miedo, pero a la vez un valor intenso me inducía a mantenerme de pie y luchar contra el viento, todos los demás al ser más pesados andaban con dificultad pero sin pausa, en mi caso me volaba literalmente; y tenía que agacharme clavando el piolet en un lado y en otro apoyar una mano en el hielo centenario por el que caminábamos, usurpando el silencio del glaciar.

Tres del grupo se adelantaron, yo me quedé rezagada tras un zarandeo que me llevó al suelo entre el hielo afilado, el viento era impresionante; el cuerpo entero lo tenía contraído para poder soportar este aire, para poder caminar hacia delante.

- Venga, ánimo que ya llegamos, vamos despacio y siempre respirando- me animo gritando para hacerse escuchar entre las ráfagas de aire Pere, un buen compañero de expedición y el fotógrafo oficial de la misma.

- Sí, ya lo intento, pero este aire - grité mirando a lo lejos y viendo a Fermín y su gran mano culminando cima y esperando mi llegada. Quería descansar, respirar pero sin este aire gélido y destructor que me impedía relajarme.

Por fin alcancé la cumbre, hacía sol cuando llegamos, un sol que intentaba caldear el ambiente, el viento disminuyó algo, nos abrazamos, lloramos, nos miramos con complicidad, con cariño ante esta adversidad, estábamos pletóricos y contentos de alcanzar nuestro sueño, ya una realidad.

- Rápido no podemos esperar mas tiempo en la cima - dijo el guía, hace demasiado viento y es malo para la cabeza – expresaba en Ingles tocándose la cabeza.

La cabeza, parecía que tuviera una batidora, pero ya me daba igual, la cumbre, la cima, el cráter del volcán se presentaba ante nuestros ojos con cierta realeza, ajeno al viento, a cualquier inclemencia del tiempo, ajeno a lo que acontecía en la cumbre, ajeno a la vida de los llanos, de la selva, a las ciudades, a las nuevas tecnologías, ajeno al hombre blanco y superior a él, imperturbable y sobre todo con la máxima belleza posible a imaginar.


“El viaje comienza con un sentimiento de inquietud. El viajero necesita partir, hacer camino, porque todo viaje comienza de una insatisfacción: en el lugar donde siempre se ha estado hay heridas y espinas y se necesita mejorar, caminar para cambiar. Viajar para sanar las heridas abiertas, huir de los miedos, romper en mil bocinazos la rutina, los prejuicios, la represión…"

Paco Rodrigo, el poeta. (Miembro de la expedición)


Las gentes de África las recuerdo sonriendo, el continente negro y profundo inunda nuestros corazones, esto sucede una vez has visitado cualquier región de África; se hace inolvidable y el pensamiento crítico u occidental se disipa al contemplar sus movimientos, sus cantos, sus risas y sus limitaciones.

Ahora en la distancia recuerdo con cariño los gestos observados, los comportamientos de las gentes de Moshi, paseando carretera arriba y abajo con la intención de cambiar unos productos por otros, sin mirar atrás, miran hacia el frente y su cabeza erguida transporta enseres de todo tamaño y peso.

Los niños juegan y viven en comunidad, protegidos por los adultos y menos niños, trabajan a temprana edad, suelen estar impecables. Otros son captados y puestos a trabajar en multinacionales, pegando etiquetas, poniendo tapones por apenas algunas monedas. Son explotados, lo sabemos y ¿qué hacemos?, ellos necesitan dinero para su familia, para vivir. La iglesia, las organizaciones son las que se integran y luchan para defender los derechos de los niños, aunque ante la impotencia acaban facilitando su vida lo mejor que pueden, no cambiándola, ofreciendo medicinas, material escolar y la ayuda alimenticia es necesaria. En Tanzania, no obstante, no hay escasez de alimentos se planta y cultiva ya que la tierra es fértil, cada zona presenta un tipo u otro de cultivo. Nos sorprenden las grandes plantaciones, recordamos las películas donde se trataba el tema de la esclavitud y un escalofrío recorre nuestro cuerpo, me acuerdo de los porteadores y me siento algo culpable.

Recuerdo cuando paseábamos por Moshi y encontramos a una chica blanca sola, de un pueblo del norte de España; nos llamó y se acercó, pretendía organizar una cooperativa de artesanos, había presentado un proyecto y estaba esperando contestación, a una institución de Kenia. Tenia un aspecto descuidado y su forma de hablar era dejada, me imaginé su forma de vida aquí junto a un novio nativo de Moshi, desconocía como había sido su vida en España aunque imaginé que su mirada reflejaba abatimiento y desesperanza de la misma y que por esto prefería transitar por el mundo sufriendo mil penurias pero conociendo pueblos diferentes y formas de vida. Lo que chocaba era que al hablar de su pueblo natal se le iluminaba la cara y decía que volvería si le iba bien por aquí. La chica, que se llamaba Sara, comentó que ahora vivía en las montañas cercanas a la ciudad, en una casa sin luz ni agua y estaba esperando a dos amigas más, las cuales había perdido en Kenia…no nos dio más explicaciones.

Me hubiera gustado que me contara su vida en estos últimos años, la noté triste y parecía que con sueños enturbiados por la impotencia, la desidia de gobiernos extranjeros. No me sorprende, solo pensé en una calle por la que pasamos varias veces, no estaba muy lejos del centro de Moshi, había a un lado un riachuelo y a ambos lados del mismo mujeres lavando ropa, personas recostadas sin nada que hacer, leprosos, niños sanos jugando; había tal mezcla de personas en este riachuelo de agua turbia; lo que más me sorprendió es que no se le daba importancia a la diferencia, a la enfermedad, a la condición social; todos ellos compartían un mismo riachuelo, la tierra marrón y el gran río de la vida.


Safari

Terminaba nuestro viaje, justo ahora que conseguíamos salir de la urna de cristal con la que observábamos África, justo ahora en la que el espíritu aventurero nos embriagaba con su aroma, ahora que habíamos conseguido un sueño al parecer imposible desde la lejanía , ¿ qué pasaría si ya no volviéramos a España? - me preguntaba, pasándome por la mente alquilar un coche, perderme con Fermín por estos países entre tumultos de gentes y polvo de caminos; hace algunos años posiblemente lo hubiera hecho… El viajar muchas veces me ha convertido en otra persona, o mejor dicho han aflorado aspectos de mi personalidad que me han sorprendido e incluso asustado; además muchos problemas los he dejado atrás y se han desvanecido sin más, al igual que aspectos de mi personalidad que me gustaría que fueran diferentes, lo negativo desaparece y se exalta lo más positivo al conexionar con diferentes entornos y estímulos. Ahora entiendo cuando he hablado con personas viajeras, febriles por descubrir mundo, ellas enfocan desde diversos puntos las situaciones o problemas adquiriendo pensamientos simplistas y felices. Muchas veces cuando reflexiono sin motivo me imagino en situaciones trágicas y busco las soluciones ante ellas, no me refugiaría ni en alcohol ni en sustancias adictivas ni respondería con conductas de aislamiento y depresivas, lo que haría es viajar y romper cualquier dolor en la magnificencia del observar y explorar nuevos países y culturas.

Pero aún quedaban dos días de safaris, Taranguire en el cual vimos cientos de elefantes y un guepardo arriba de un baobad, el árbol del "Principito" y el gran Norongoro, cráter impresionante en el que múltiples autores se han recreado, como Javier Reverte en " El Sueño De África". Este autor nos habla de este continente negro denunciando aberraciones y herencias provenientes del colonialismo blanco, destacando algunos temas como la caza realizada de modo especulador e insensible; además describe cada paisaje y las impresiones que recibe de los mismos, la belleza de los parajes africanos la intenta captar en sus diferentes capítulos, impresionándome especialmente en el momento que describió el Norongoro comparándolo al paraíso terrenal.

Me sentía nerviosa pero me chocaba el sentido comercial que había adquirido el safari fotográfico, la naturaleza de África expuesta a ojos de curiosos con cámaras intentando captar la inmensa naturaleza.
Estábamos callados, pensativos, no comunicábamos nuestros pensamientos; además una niebla cubría el camino y llovía, pero en cambio el chofer un gran negro robusto y algo reservado afirmaba con escuetas palabras que no nos preocupáramos porque hacía buen día.

Cual fue nuestro asombro, el observar en cuestión de dos horas de marcha tras ascender a la parte más alta del cráter, que al asomarnos a la llanura del cráter, el tiempo era magnífico presentando un microclima perfecto para la vida animal.

Lo que estaba claro y era palpable es que era el mundo animal, un paraíso apartado del resto iluminado por un resplandor proveniente del infinito.

El lago de Norongoro inmenso ocupaba más de la mitad del cráter, contemplábamos flamencos rosáceos en sus orillas y diferentes pájaros extraños de múltiples colores alrededor de los mismos. Los ñus y las cebras se presentaban a cientos viéndose cada vez más cerca a medida que descendíamos a la base del cráter; parecía el reino de los herbívoros, pero carnívoros como los chacales, zorros y demás criaturas vagaban por los alrededores; también impalas, gacelas…
De pronto vislumbramos un rinoceronte, la silueta era perfecta, hice esfuerzos por retenerla en mi memoria y aún la recuerdo si cierro los ojos aunque nunca se me olvidará cuando descubrimos junto a un pequeño lago una inmensa boa, ingiriendo lentamente un águila enorme. Este era un punto donde estaba vigilado con guardias del parque y podías bajar a tierra firme, se aprovechaba para comer a mediodía, estando prohibido comer fuera de los coches ya que podías ser atacado por un águila y su fuerte pico presentaba la posibilidad de arrancar dedos de las manos y labios de forma accidentada al intentar agarrar tu comida, acechaban el cielo en vuelo circular. De pronto una se lanzó contra la mano de un turista robándole su sándwich; inmediatamente todos los que estábamos al aire libre desobedeciendo el consejo del guía, corrimos hacia el vehículo.

Arrancó el vehículo y nos dirigíamos hacia una charca algo apartado más de treinta hipopótamos jugaban en el agua refrescándose, estos animales llegan a pesar más de trescientos kilos y la mayor parte del tiempo la dedican a flotar en el agua.

Nos ponemos de nuevo en marcha y admiramos lo tan esperado, un grupo de tres leonas con cachorrillos tumbadas relamiéndose, están llenas de sangre y barro. Junto a ellas, adormiladas por el atracón, yace un ñu despedazado cerca de un grupo con apariencia tierna y por otro lado terriblemente feroz.

La facilidad del acercamiento produce la inconsciencia de esta realidad, ahora desde la lejanía me parece un momento privilegiado, una visión que aún me produjo mayor impacto fue una pareja de león y leona exhaustos tras reproducirse una y otra vez, presentaban una estampa que ninguna cámara puede captar en su magnitud.

Algo que no podré olvidar fue cuando una noche africana oímos gritos y voces pidiendo clemencia. La escena era inaudita, se trataba de un pobre chico de color perseguido por los encargados del camping también de color, estos últimos le azotaban con una correa con tanta crueldad y violencia. Decían que donde estaba lo que había robado, iban palmo a palmo revisando cada trozo de césped y el desarrapado joven lloraba y chillaba pidiendo auxilio como un animal. No se descubrió el lugar donde lanzó la cámara valorada en medio millón de pesetas.

A la mañana siguiente todos los europeos estábamos afectados, casi matan a una persona a golpes y estaban todos tan tranquilos como si nada hubiera ocurrido, presentimos que debía ocurrir con demasiada frecuencia.

Me parece que aquí existe tanta similitud con el hombre y el reino animal, la cadena de la vida, los herbívoros son comidos por los depredadores los carnívoros. El hombre se mata entre sí pero no por necesidad de sobrevivir, se ajusta más a que somos animales territoriales y posesivos de riquezas.

Destruimos nuestro entorno de modo inconsciente y consciente, anteponiendo intereses o beneficios económicos, a la vez esto repercutirá en nuestra especie dentro de un tiempo no muy lejano.

Cuando los exploradores llegaron a África se quedaron asombrados de las riquezas, de los animales de las formas de vida, consiguieron degenerar y destruir a lo largo de la historia hasta llegar al comercio animal y a la venta de marfil o pieles provocando extinciones y matanzas de animales desaprensivas. Ahora se comercia con turistas, se les venden momentos e imágenes que pueden ser captadas por las cámaras de fotografiar, consiguiendo mucho dinero con esta forma de turismo, de vez en cuando descubren a cazadores furtivos, los cuales son capaces de matar cualquier pieza ya que se le dan cantidades inusitadas de dinero. Los massais son tribus que odiaban a los turistas, son tradicionales y adeptos a sus costumbres, antes no podías hacerles fotos porque les robabas sus almas, ahora te piden un dólar por una foto.

Finalizamos el safari y al alejarnos vislumbramos unos elefantes ajenos a los turistas, nuestras cámaras apuntan hacia ellos ávidas de capturar unos segundos de sus vidas, de sus almas.


Algo seguro sé de nuestro viaje a Tanzania, que las imágenes captadas por nuestros ojos y cualquier de las pequeñas experiencias sufridas permanecerán grabadas para siempre en nuestros corazones.

Fotos safari:




Fotos ascension y cumbre:


































sábado, 24 de julio de 1999

MONTAÑA - ASCENSIÓN AL ANETO

La preparación de la ascensión al Kilimanjaro implico una aclimatación a los pies de la cumbre del aneto. El grupo hicimos el acercamiento desde el refugio, la Renclusa y de alli dormimos  arriba, para el dia siguiente hacer cumbre.

Descripción de la ruta:


Partimos de la Besurta hacia La Renclusa (45 minutos), trayecto perfectamente señalizado. Una vez en el refugio subiremos por un sendero que enseguida se convierte en un recorrido con grandes piedras y señalizado por numerosos hitos o mojones. Iremos dirección SE hacia la cresta de los portillones. Pasaremos al otro lado de la cresta por el portillón superior, más recomendable ya que así ganamos altura. Los portillones son huecos en la cresta por lo que no es de extrañar que nos pasemos el portillón superior, hay que estar atento. Y ya tendremos una visión magnífica del Aneto y del glaciar. Da la sensación de que ya estamos casi al final de la excursión pero todavía quedar atravesar el glaciar que recorreremos en una suave diagonal, ascender el último tramo con una fuerte pendiente y cruzar el paso de Mahoma de poca dificultad pero muy aérea. Lo más aconsejable es llevar piolets y crampones, ya que son muchos los días que son necesarios.

Para bajar se recomienda la misma ruta, aunque también se puede bajar por la izquierda del glaciar hasta llegar a Aigualluts, si se baja por la derecha del glaciar llegaríamos al valle de Barrancs y después a Aigualluts.


Existe otra ruta menos frecuentada que es la ruta de Coronas y muy bonita:el tiempo que se tarda es aproximadamente igual que la ruta normal por la Renclusa. La ruta sería: Senarta- Vallibierna-Ibones de coronas- Glaciar de coronas- Collado de coronas-Paso de Mahoma y cima. Si se opta por esta opción hay que tener en cuenta que en verano el paso hasta el refugio de los pescadores en Vallibierna esta cerrado por lo que habrá que utilizar el servicio de autobús que se pone.



Lo mejor para realizar el Aneto es madrugar y empezar a andar muy temprano, primero porque cuando salga el sol ya habremos hecho gran parte de la ascensión y en segundo lugar porque si la realizamos en verano, evitaremos que nos sorprenda alguna tormenta de las que son muy frecuentes en esta época.



El tiempo que se tarda en realizar el Aneto es un poco orientativo ya que dependerá de nuestra forma física y también de las climatología.





jueves, 8 de abril de 1999

MONTAÑA - ORDESA MONTE PERDIDO

La ascension a Monte perdido:

Ascenso hasta el refugio (día 1)


Saldremos del aparcamiento (1.310 m) por una pista bien marcada que nos indica “Cola de Caballo”. Es una pista muy ancha y muy bien marcada, a la vez que frecuentada. Inicialmente iremos durante bastante rato por un bosque ascendiendo, siempre cerca del río. Podremos contemplar varias cascadas que hay a lo largo de todo su ascenso.



La pista se estrecha tras pasar una zona boscosa y se convierte en una senda, bien marcada, y que nos hace ir directos hacia la “Cola de caballo”.



Aproximadamente a las 2 horas de andar deberíamos haber llegado a la parte alta del valle y quedarnos ante nosotros todo el circo del Soaso.



En este punto el camino deja de ascender y solo nos queda nadar un ratito más para llegar a la cola de caballo, que es una gran cascada muy visitada. Hasta aquí son unas 2:30 h.



Un vez en la base de la cascad, veremos un puente de metal que cruza el río. Lo cruzamos y ahora tenemos dos posibilidades.



1) Subimos por la pedrera que tenemos justo delante hasta una especie de “grieta” grande que se encima nuestra. Son las llamadas “clavijas”.



La subida hasta las clavijas es un poco tortuosa ya que es una pedrera nada cómoda, por suerte es una subidita corta. Luego las clavijas es una trepada que ayudándonos de una cadena que hay se convierte en un “paseo”. Muy fácil.



2) Nos vamos por una senda que va hacia la derecha, según cruzamos el río, voviendo levemente hacia atrás, y ascendiendo por la ladera. Luego más adelante y tras un par de Z’s terminaremos justo en la parte alta de las clavijas, uniéndose con el camino de la opción 1. Esta opción es más cómoda pero más larga. En tiempo se tarda aproximadamente lo mismo.



Una vez superado este tramo si nos damos la vuelta podremos contemplar una preciosa vista del valle desde una posición elevada.



Desde aquí tenemos que ir dirección Oeste. Avanzaremos un poco por una llanura, como unos 500 metros y luego nos iremos hacia la derecha e iremos ascendiendo por la ladera a la vez que seguimos dirección Oeste.



Si seguimos andando ascendiendo por la ladera, en unos 40 minutos deberíamos estar en el refugio de Goriz.



Ascenso a la cima (2º día)

Habrá que salir pronto ya que queda un buen camino por delante. Según salimos por la puerta del refugio habrá que echar a andar recto, dirección Este, ascendiendo lateralmente por la ladera durante un rato. En esta parte es posible que esté poco definido el camino y habrá que subir un poco por “donde pillemos”.



Tras un rato andando haremos una “Z” y seguiremos ascendiendo, ahora dirección Oeste.



Al final tenemos que acabar más o menos “encima” del refugio, pero unos 300 metros más altos, justo debajo de unas grandes paredes que hay.



En ese punto iremos, pegados a estas paredes, dirección Este hasta llegar a la gran canal que sube entre el monte perdido y el cilindro. Y empezaremos a ascender por la canal, siempre por la derecha, según subimos.



Es una subida bastante constante y dura.



Tendremos que llegar hasta la altura del cilindro, en donde veremos a nuestra derecha una gran pala de nieve que sube hasta la cima. Esta pala está dividida como en dos tramos. El primero que nace desde la propia canal y que llega hasta la mitad, siendo muy empinada en su final. Esta parte se puede subir por la derecha, por una crestita.



Y después hay una segunda parte, la llamada escupidera, la cual se inclina lateralmente y hace que una posible caída nos precipite sobre unos cortados. Esa es la zona más peligrosa de la ascensión. Y en esa zona no hay lugar para resbalones, tropezones o similares.



Con nieve, y si está dura sobretodo se sube muy bien ya que los crampones nos dan un gran apoyo, pero si no hay nieve esa subida es una pedrera lo que la hace mucho más peligrosa. Mucho cuidadito. Ir despacio y con mucho ojo. De todas formas tampoco se puede correr mucho ya que la subida es más brusca aún y la cuesta no es como para ir “corriendo”.



La escupidera son unos 300 metros de desnivel. Quizás algo menos.



Al final de ella llegamos a una loma la cual nos da un buen descanso y es un buen lugar para descansar.



A nuestra derecha nos queda la cumbre, unos 30 metros más arriba. Solo queda este pequeño esfuerzo y habremos llegado.



Las vistas si el tiempo nos acompaña son fantásticas y veremos picos hasta donde nos alcanze la vista.



Hasta la cumbre desde el refugio son aproximadamente unas 3:30 h.










Arriba de monte perdido
De espaldas tenemos el cilindro de Marbore

Subiendo al cilindro por la cordada.( Foto superior)
Ya bajo de monte Perdido, vista de la escupidera, que bajamos por ella con crampones y piolet. ( Foto inferior)